Diferentes. Así pudiera resumir como fueron estas Navidades. Para algunos puertorriqueños las Navidades terminan luego de Los Reyes, para otros luego de las octavitas, para algunos cuantos y para mi es cuando terminan las Fiestas de la Calle San Sebastián. Estas últimas precisamente se celebran este weekend y que más quisiera yo que dar la vuelta por allí. Pero en lo que la nostalgia me ataca, voy a contar como lo pasé estando lejos de mi Isla.
El clima estuvo sube y baja. Aquí en Carolina de Norte, al menos en Greenville no es muy común que caiga nieve (la cuál confieso tranquilamente que nunca he visto y tampoco la estoy llamando). Los vecinos me cuentan que cuando cae es una celebración y en ocasiones no envían los chicos a la escuela. Eso me recuerda los días de mi infancia en mi natal Ponce, cuando caía lluvia intensa y también se faltaba a clases. Mi hijo anda rogando que caiga, y yo nada que ver. Es del tipo de cosas que prefiero que me cuenten. Este es mi primer invierno y cuando baja a los treinta grados ando más envuelta en capas de ropa que un pastel… Oh, pasteles… mejor no hablemos de pasteles, que eso fue de las cosas que más extrañé.
La gente le mete con ganas al asunto de las luces y los adornos en esta época. Tenía un vecino que hasta música tenía puesta durante la noche y las luces bailaban al ritmo de ellas. Lo que no comprendo es que luego de tanto trabajo, algunos quitaron todo, incluyendo el árbol el 26 de diciembre. ¡Luego de tanto esfuerzo! Otros esperaron hasta año nuevo. Yo, siguiendo la tradición me quedé con mi arbolito hasta Reyes.
Hicimos coquito y le llevamos par de botellas a nuestros vecinos más allegados. Tengo la bendición de contar con excelentes vecinos. Nos encontramos cada mañana en la parada de guaguas para llevar el chico a la escuela. En ocasiones me preguntan curiosos por Puerto Rico y nuestras costumbres, sobre cómo nos estamos adaptando al cambio. Su ayuda y consejos han hecho que esta transición haya sido menos difícil. Traté de explicar lo que era una parranda, pero por sus expresiones en el rostro creo que no les hace gracia eso de recibir en sus casas a altas horas de la noche/madrugada a personas cantando y tocando música. Ah, y tener que darles de comer y beber. Creo que eso es mejor vivirlo para poder entenderlo. Aunque confieso que soy de las que prefiere llevar la parranda que recibirla.
Aún con la agenda loca de esos días, hubo espacio para crear. Hice estas postales con tarjetas de Project Life que ya no uso. Puse el tutorial completo en mi página en Facebook. Las utilicé para escribir mis felicitaciones y hacerles llegar a los que aún en la distancia, los recuerdo con mucho cariño. Me está gustando eso de enviar tarjetas, cartas y paquetes por correo. Hasta emoción me da cuando voy de camino a la oficina postal.
Estos fueron shoppers y páginas de periódico que convertí en placemats. Es increíble lo que un poco de pintura puede hacer. Le puse frases de canciones de Navidad que son clásicos. Puedes conseguir el tutorial completo en mi página de Facebook.
Tuve un lindo compartir con mi sobrino y su familia que viven a una hora de distancia, y una amiga y sus chicos el día de Navidad. Así lució el comedor antes que llegara el arroz con gandules y el lechón (que se hizo al horno, no a la varita…).
La familia y las amistades es lo primero que se extraña. Pero también la música, la comida, las felicitaciones que uno recibe hasta de extraños solo por ser época de Navidad y hasta los chistes de Año Viejo.
Ya tengo la receta del arroz con dulce. Solo me falta practicar. Y aunque fueron unas Navidades diferentes, no dejo de estar agradecida de las bendiciones recibidas. Mientras, seguimos disfrutando de la aventura.
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