“Ahí está Mamá, mira, ¡es tierra!… yo creo que eso es San Juan”, dice mi hijo tan pronto ve asomarse a la vista un pedacito de la Isla que tanto ama. La ansiedad no lo deja despegarse de la ventana desde que el piloto anuncia que estamos en descenso y próximos a aterrizar. “Creo que es Cataño”, yo le contesto. Entonces es que viene la competencia sobre quién reconoce más lugares más rápidamente. “Eso debe ser el Centro de Convenciones”, “¡Oh, los edificios altos! Mira el reloj, ese es Banco Popular. Estamos viendo Hato Rey”, “Eso es Isla Verde… ya casi”. Con algunas variaciones, ese es el diálogo entre mi chico y yo cada vez que aterrizamos en nuestra Isla del Encanto.
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